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Vallekas Zona Tifo, 2013-2014

La Franja roja, nº 1: artículo ‘Vallekas Zona Tifo’

No puede ser. Me miro en el espejo y vale que uno ya no es ese jovenzuelo de pelazo envidiable, pero solo se ven salpicaduras blancas. ¿Canas? ¿Caspa? ¿Ambas? Sacudo. Y ahora sí que no puede ser… El lavabo se llena de… ¡papelillos! Los he encontrado en los bolsillos, por dentro de la camiseta, en las zapatillas e incluso hasta en los calzoncillos. Y no exagero. Tampoco si digo que ese baño en rollos y papeles ha sido de lo mejor que he vivido en los momentos previos a un partido y eso, en nuestro estadio, es decir mucho. Porque el listón lleva tantos años tan alto que parecía inalcanzable, pero esta temporada no solo se ha alcanzado, sino que el listón ha terminado destrozado.

En Vallekas el espectáculo no comienza cuando pita el árbitro, sino mucho antes…

No hablamos de minutos ni horas, de días o semanas, ni incluso de meses. Hay veces que desde varias temporadas antes ya surge una idea que se va gestando, que va tomando forma. En la grada, en un viaje o en la previa en el bar, el ingenio aparece donde menos te lo esperas, entrando sin llamar, sin atender a categorías o momentos. “Tengo una idea para cuando juguemos contra el Madrid…” Eso ahora suena bien, normal, lógico, pero no tanto cuando se pronuncia en plena época de Segunda B y lo más cerca de vivir eso es jugar contra el filial blanco. Pues siete u ocho años después la idea se convirtió en tifo…

Tifo, curiosa palabra importada de Italia y que hasta hace nada a muchos sonaba a chino. Hay bastantes a los que sigue sonando raro, pero en nuestro estadio parece extenderse poco a poco la cultura del tifo, gracias a quienes han hecho de la palabra una auténtica forma de vida, cambiando un poco la de los demás, incluso la de aquellos que parecen intocables. Ahora parece lejano, pero esta agitada campaña arrancó allá por agosto, con una visita del Elche que ese gran tipo llamado Javier Tebas decidió que fuera en lunes. En muestras del agradecimiento de todos los vallecanos, su rostro tuvo el privilegio de ser el protagonista del primer tifo del año, y quizá el más mediático. A Fernández Borbalán, quien también retrasara el choque 15 minutos ante el Athletic porque según él no se podía jugar con los papelillos en el césped, no le gustó que el jefe supremo de nuestro fútbol presidiera el Fondo cual fugitivo en un cartel del Oeste, obligando a su retirada bajo amenaza de suspensión. Con un arranque así, la temporada prometía… Y es que te pueden poner muchas trabas y prohibiciones, demasiadas para quienes solo quieren dar un buen recibimiento a su equipo, pero la pasión hace agudizar el ingenio. Aún se están preguntando en el Vicente Calderón cómo, habiendo hasta perros en los minuciosos registros de entrada, se consiguió colar un cubregradas tan grande como toda la zona visitante. ¿Y hubo algún problema por ello? ¿Causó incidentes, hubo algún muerto? No pasó nada más allá del orgullo que sentimos todos los rayistas estando ahí debajo, demostrando que somos muchos menos y con menos recursos que el resto, pero que a pasión e ingenio no nos gana nadie.

Ese ha sido probablemente uno de los elementos que han hecho especial este año, porque si es de alabar cualquier recibimiento en nuestro estadio, hacerlo fuera de casa es admirable. Mientras todos nos pasamos la semana previa preparando el viaje, hay quien además está mirando como un loco fotos de la grada donde nos van a situar, estudiándola más que cualquier examen que haya hecho en su vida. Ya lo decían en casa, si hubieras puesto tanto interés en los estudios como en el Rayo… Calcular medidas, formas, pensar qué hacer, la frase, cómo superar los controles en la puerta… Toda una obra de ingeniería que sigue su curso el día del partido. Porque mientras todo el rayismo disfrutamos en Mestalla, Valladolid o el Bernábeu de la previa, de la cervecita en el bar, de los cánticos y el compañerismo, hay quien tiene en su cabeza solo un objetivo. Y de que lo cumplen te das cuenta cuando estás en Valencia y te sorprendes con una gran pancarta en la mano, o en Zorrilla sujetando una tira, o en el Bernabéu perdiéndote la salida de tu quipo porque prefieres decirle al mundo con un tifo que no te importa nada que nunca ganes nada porque la franja sigue siendo sagrada. Antes de empezar es fácil decirlo, pero ¿y con 5-0? Para eso vuelven a estar ellos, esos infatigables ‘pintores’, para poner un broche tan especial como elegante a la ‘manita’: tu derrota en el césped, nuestra victoria en la grada.

Sí, este año han estado especialmente inspirados ante los vikingos, no solo en su teatro porque el recibimiento en casa fue demasiado grande, y no hablamos solo de tamaño. No es una deshonra ser pobre, es una obligación sacar el orgullo y, sí, los seguimos teniendo como puños.

Ese es uno de los principales éxitos de los que invierten su tiempo de forma desinteresada en hacer los tifos, el transmitirnos a todos unos valores, el hacernos creer desde el equipo hasta el último socio en una idea, el ayudarnos a reafirmarnos en nuestra fe y seguir extendiéndola.

Hablando de fe y de creer, a nosotros que no somos muy de dioses y que lo de mirar el cielo es simplemente por si llueve o sale bueno, ya miramos con otros ojos a Zeus, más aún después de acabar con Neptuno en esa batalla que representaron el día del Atlético. Enorme simbolismo en el que muchos ni habíamos parado a pensar o simplemente desconocíamos, como aquel año del ‘Hijos del caballo blanco’. Vallecanos de nacimiento o de adopción y es el Komando Tifo el que hace de libro para que conozcamos la propia leyenda y mitología de nuestro barrio. Hasta una mítica imagen de la Guerra Civil hemos podido ver este año en el Fondo…

Pero no todo es echar la vista atrás, que ya han demostrado de sobra que, en eso de innovar, están también a la última. Alucinado, o más bien deslumbrado, se quedó alguno ante el Valencia con el primer tifo de luz que se hacía en nuestra Liga. Fue el día de los guerreros de la franja, el que brilló nuestra luz para comenzar a salir de un pozo en el que todo se veía muy negro. Ya nos lo avisaron, que lo importante no era la caída sino el aterrizaje.

En este repaso a lo que ha sido una temporada para enmarcar en cuanto a tifos, nos dejamos muchos en el tintero, señal de que prácticamente en todos los partidos hemos tenido que girar el cuello para clavar nuestra mirada en el Fondo o perdernos los primeros instantes por estar debajo de él. Los ‘pintores’ son los máximos responsables de ello, pero también quienes entran antes al estadio para ayudar o simplemente para que no quede deslucido; los que colaboran en la ejecución o aguantan con paciencia hasta que se retira; los que sujetan una pancarta, una tira o levantan una bandera; los que recriminan al que lo rompe o el que se afana en que todo salga a la perfección. Y sobre todo, al club de las manos negras, de las caras sucias. Una suciedad llevada con orgullo porque habla de trabajo, de esfuerzo desinteresado, de horas y horas entre tintas y pinturas, de duchas en las que el agua no para de teñirse. Y todo ello para tan solo unos minutos, unos instantes. ¿Tan solo unos minutos? Ni mucho menos, porque cada obra de arte queda ya para siempre, para la eternidad.

La locura por el tifo se extiende, tanto que ya he comprado unos cuantos ejemplares de esta revista. Porque es un lujo leerla, por supuesto, pero también por ir haciendo provisiones de papelillos para el año que viene, porque…

¡Esta hinchada sigue descontrolada!

 

Y ahora, en colaboración con Pasión por el Rayo, elegimos entre todos los rayistas la mejor de todas las obras de esta temporada en la siguiente encuesta: participar.